agosto 16, 2005
A mi gran amiga
Caminábamos solos por el mundo tú y yo
ambos ignorando que nuestro reflejo existía
vagando como el otro, tocando a las cosas con el alma
creo que mientras yo todo me lo comía con los ojos
tú todo te lo metías en la boca con una gran risotada
y aunque a los dos nos llena liberar a los demás
mientras tú te hacías cada día más ligera
yo más me derrumbaba con el peso de las cadenas
como si cuanto más te iluminabas tanto más yo me emsombrecía.
Llegó el día en que descubrí a mi reflejo
pero tú ya estabas hace milenios mirándome
a la vez iluminándome y tú, ensombreciéndote
y de pronto, tu gran sonrisa se hizo mía y solté una de tus risotadas
y pude ver en tí parte de mí, convertidos los dos en opuestos e iguales
y tu flexibilidad y mi resistencia se fundieron en amistad
me hicieron un creyente, entre tantos escépticos de hoy
que tal cosa puede existir entre una mujer y un hombre.
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