septiembre 21, 2006

Dedicado (a mí mismo)

Siempre hablando de que existe una unicidad del cuerpo y los procesos del pensamiento, ahora he topado con algo que me ha puesto un poco triste pero a la vez me ha hecho sentir curiosidad hacia aquella otra parte... donde se levanta una ilusión portentosamente agradable al amor propio... una luminaria en medio del desierto al que me he acostumbrado a llamar mi hogar personal, un slogan en luces de neón:

"AQUÍ ENCONTRARÁS REMEDIO A TU SOLEDAD"

La sensación de exposición de la desnudez se pierde por zonas. Como las acaricias de un viento benevolente sobre una carne que tiembla y suspira "te he extrañado" cuando la tocan, comienzas a descubrir que te agrada que ciertas partes sean cubiertas con la piel de otro. A veces no deseamos sentir más la libertad del viento, y una sensación de hogar se despierta muy dentro de mis ojos y nariz, mi pecho y un cosquilleo detiene el movimiento de mis pies sobre la dulce arena.

No sé si es una fruta prohibida, ni me interesa averiguarlo. Adoro esta pesadez de párpados. Este asalto de amor por un mismo lugar, por un mismo momento, que a veces deseo se repita por siempre.

Obviamente... puedo no detenerme, seguir adelante y olvidar la sensación... pero simplemente no lo deseo. Quisiera por alguna vez, que se me conceda mi más preciado sueño: aceptar que mientras la soledad es una condición inalienable, la compañia es un refugio donde reir y llorar tienen sentido y donde abunda la aceptación de nuestras debilidades.

No sentía este abandono del hogar hacía muchos años luz... Por supuesto, para que no se malinterprete este post, no hablo de mi hogar...


No hay comentarios.: