julio 17, 2006

Fragmentos...sólidos

La Oración de La Intención

A veces es difícil entenderse con uno mismo, y es increíble que si uno se mira en el espejo, las situaciones de las cuales estamos siempre tan orgullosos no nos parecen ya más algo de qué enorgullecerse. Y si la mente nos juega realmente sucio y lo hace sin cuartel, entonces la sensación de la soledad del nacer se hace patente como una herida abierta por la cual se escapa y emana la vida.

Por eso vivir meditando en la propia conducta puede ser una de las cosas que más logra asombrarme. Las despedidas de uno mismo, de las partes propias que se desprenden al romper con nuestros genuinos deseos. Y de esos deseos de los cuales apenas tenemos conciencia. Dar un beso acá y allá. Reírse de la muerte frente a un lecho enfermo, sacar a la maldad a bailar en la luz de las mejores intenciones. Blanquear nuestras negruras personales. Ondear al viento las ropas interiores hediondas, porque no somos seres pulcros ni perfectos. Podemos creer en la perfectibilidad. Y muchos sueñan con hacerse más perfectibles… Sueñan con otro-yo que no poseen y que desean mientras están despiertos.

Algunos desean vivir por medio de las palabras habladas, escritas con tinta o sangre. Sueñan con existir como la lágrima, que es tan pero tan ella que si no está, el cuadro nunca está completo. Los gestos carecen de sentido.

Lo que yo deseo es estar despierto mientras actúo, mientras beso, mientras canto las miles de canciones para las cuales nací, mientras juego todas las posibles jugadas que mi cuerpo me pide a gritos. Ahogarme en alcohol y en la droga de las alucinaciones surrealistas, sin miedos. Y aunque sea falso, no vivir en el descontento de los versos sin ritmo y cadencia de las infinitas tonadas que canté en el útero de mi madre.

Y si quiero fluir en mi conducta en este estado de conciencia cansadora y agotadora, entonces estoy libremente destruyendo mis propósitos innobles y torpes. Acotando las dulces equivocaciones que volverán con sus amigas para tentarme con sus exquisitas dotes atractivas. Cuando logre terminar con mi resistencia innata-aprendida, seré el Capitán del Ejército de Naves Imaginarias, que como enjambres atacarán mis enemigos interiores, arrasarán con las normas y los consensos más lamentables. Se acabará esa tonta hipocresía a la que nuestra raza coloca sobre la mesa para aliñar nuestro diario vivir con tanto vicio y adicción.

Si esta libertad mental se hace mía, me volveré el Templo y el Camino. No seré más que la Intención. La Voluntad pura.

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