agosto 15, 2006

Esperanza...


Hace tiempo que comenzamos a pensar que tal cosa no existe, o que quien sea que se encarga de repartirla se ha olvidado de nosotros. En mi vida he tenido suficientes periodos de tensión, y en ellos he visto los edificios de mi imaginación caer entre estruendosas llamaradas y estallidos de polvo. Todo reducido a nada en pocos segundos. El miedo es sobrecogedor, paralizador.

Pienso que no perseguir nuestros deseos más infantiles nos vacían de ingenuidad, integridad y humanidad. Estamos tan ocupados en hacer el soberano trabajo que matamos al niño que vive en nuestro interior. Es el niño el que no le da cabida a lo imposible, jamás le da suficiente crédito y menos poder sobre sus acciones, todo es posible. No se rinde ni se acalambra con el esfuerzo. A él no le importa ir a dormir porque lo que está en juego es siempre más importante que suplir su propio sueño. Para él, no hay diferencias entre lo real y lo imaginario. A él le encanta reir y hacer bromas.

¿Qué hay de malo en dedicarse a curar las emociones? Entender que estas pérdidas no son nada, comparado con perder la esperanza. Con no volver a soñar jamás con los ojos bien abiertos. Si una vez experimentamos estas hermosas emociones, ¿por qué querer olvidarlas?

¿Por qué queremos esto, que decimos es crecer?

Yo quiero otra cosa. Siempre lo he sabido. Nunca lo olvidaré.

¡Esperanza!


No hay comentarios.: