diciembre 25, 2005

Conversando con una amiga...

Pues aunque no seamos formalmente amigos ni nada de eso, extraños lazo se producen en la web, y dan origen a una historia particular... "amistad"... ¿quién sabe? y ¿quién podría negarlo?

Felices Fiestas a Todos

Leyla ha escrito algo sobre los suicidios colectivos en Japón. Y como tengo un amiguito muy querido que se irá a estudiar allá por los siguientes (al menos) cuatro años con su señora, podría con derecho querer decir algo al respecto, fruto de las conversaciones con este amigo sobre la cultura japonesa y los suicidios.

El suicidio, una idea que quizás se nos haya cruzado a más de alguno por la mente alguna vez en la vida (me cuento dentro de ellos, aunque nunca llegué a hacerlo de manera seria), alcanza ribetes estéticos en la cultura japonesa.

El suicidio es un acto de liberación. En una revista universitaria en la Facultad, una vez leí un ensayo literario interesante sobre ello. En realidad, era sobre la libertad. La idea de libertad es una fuerza que mueve al hombre (como género amigas, en ningún casono las estoy dejando fuera) como quizás no lo hace ninguna otra, dentro de las cuales las hay otras fuerzas tan poderosas como el odio y el amor.

Decía en este artículo el autor, que sólo cuando un hombre descubre que no es verdaderamente libre, se da cuenta de que la muerte voluntaria es el acto más sublime de libertad. Se nace siendo un ser vivo. No podemos manejar la fuerza energética que nos transforma, que nos hace crecer, ni siquiera cuando se va a apagar. Menos aun podemos manejar algo cuando estamos rodeados de otros iguales a nosotros. Nunca se sabe qué nos depara el futuro, como seres vivos. En fin, podríamos fácilmente frustrarnos ante la idea de no controlar nada, y por ende, no lograr jamás experimentar la sensación tan anhelada de libertad que nos sigue como un fantasma a partir del mismo día en que descubrimos nuestra madurez intelectual.

El autor planteaba que la libertad consiste en el acto de rebeldía ante estas circunstacias. Optar conscientemente por el final (quisiera plantear también, por la continuación) de este estilo de vida, era transformarse en el instante en un ser libre.

Imagínense ahora una cultura milenaria en Japón. Basada en relaciones de poder entre los humanos, de respeto y veneración por las fuerzas naturales, por las historias familiares, etc. El honor se vuelve inmediatamente un valor de inconmensurable importancia, la única cosa de la cuál se es verdaderamente dueño (ni siquiera es la libertad, fíjense). En esta cultura donde la estética surge en cada movimiento, en cada maquillaje, en cada construcción, en cada arte, surge también en la muerte. Los ritos son prueba de ello. De una preocupación sin igual sobre la armonía y el balance de las cosas. Algo muy zen.

Si mi honor me ha sido arrebatada, el camino a seguir es el seppuku (suicidio ritual), pues me permite recobrar lo perdido, y a la vez, dejar sin mancha a mis ancestros y a mi linaje por mis errores. Esta es la idea principal, que creo es necesario entender antes de continuar.

Bien, en el Japón de hoy, la cultura del honor samurai (o si lo prefieren como yo, en el sentido más amplio, la cultura budista zen japonesa hasta antes de 1800) ha sido distorsionada y occidentalizada, pero no ha desaparecido por completo. La cultura nipona aún disfruta de la armonía y de la belleza de las cosas. El suicidio como acto de liberación no ha perdido vigencia. Pero quizás, ya no se practica para recuperar el honor personal (y familiar, por ende) perdido, sino que se practica como un ritual de liberación ante las circunstancias desfavorables de la vida (algo muy general, que incluye el honor).

Japón, todos lo sabemos, es una sociedad donde la gente trabaja como enajenada. Los matrimonios son arreglados. Las mujeres no trabajan después de casarse, e incluso, por lo que he oído de mi profe Letelier (que estuvo hace poco en Japón por tres meses, haciendo clases de biología), las mujeres japonesas que han estudiado en la universidad nunca pueden aspirar a un trabajo de un hombre japonés, y en contadas ocasiones, a un trabajo acorde sus conocimientos académicos, pues su lugar en la empresa está más bien relacionado a los quehaceres de las dueñas de casa (o sea, tener el café listo, preparar las salas de reunión, etc).

Las japonesas más ultra, sin embargo, se están rebelando. Ya no quieren tener hijos. Ya no quieren casarse a la edad que les corresponde por tradición. Son sus armas, contra una tradición donde no son consideradas como iguales con los hombres (ahora sí como sexo).

¿Pero qué pasa con los jóvenes o los adultos que no son ultras?

Bueeena pregunta. Me imagino que se deprimen. Ellos llevan años occidentalizándose. Y lo peor es que se están ignorando unos a otros. A los japoneses no les llama la atención ser más sociales y hablar con extraños. Su círculo social es pequeño y usualmente es el correpondiente al del trabajo o empresa en el cual pasan la mayor cantidad de horas en el año.

Por lo tanto, tanto estética como libertariamente, entiendo que el suicidio se transforme en una opción muy natural. Su historia la contiene, y ahora su sentido estético se refuerza con su sentido mayor de liberación, ante las circunstancias de soledad personal, estrés, tensión y desamor.

¿Cómo es que no se han suicidado todos aún? Por suerte, en Japón siguen habiendo campesinos... confío en que ellos traspasarán parte de la cultura a las futuras generaciones, pues muchas esperanzas a la sociedad cosmopolita yo no sostendría.

En una cultura donde la belleza de la muerte se venera. Entiendo talvez una pizca del porqué el suicidio es una opción. Empatía quizás, o solo producto de mi imaginación... no lo sé.

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